Jul 20, 2011Ana CaballeroNoticiasComentarios desactivados en De natural grandeza, por Juan Luis Cano
Quien tiene que esforzarse por demostrar que existe, por dejar patente que es y está, poca gloria le acompaña. Quien no alardea, quien torna en normal lo extraordinario, quien sobresale sin dejarse ver, lleva el brillo que aporta la grandeza.
En la bendita cueva de “El Candelas”, arriba Miguel, festejábamos nada y todo unos amigos, como siempre. En la bendita cueva de “El Candelas”, Miguel arriba, Enrique engrandecía la caterva con su presencia, aunque para él fuese uno más. Y estaban Verdú y Gamboa y Miguel Mora y “El Biela” comiéndole la oreja a no se quién, ni él lo sabía y estaba Espín creo recordar y Agapito y Antonio Fernández, añorado y querido y estaba una chica muy guapa del norte, de Bilbao creo que era y Balbino echándole cuentas y todos esperábamos que Enrique abriera la boca y no para hablar. Y estaba también Carlitos que andaba todavía con el taxi y una vez que había acabado la función, Nico a mi lado esperando también que Enrique abriera la boca, que lo comentamos. Y alguno más habría, aunque como también era tarde aquella noche y con las horas se van nublando las estampas, me dejaré borrosa alguna presencia. Y apareció un cantaor de los que tienen que demostrar que existen para dejar patente que están y viendo al maestro allí sentado, como uno más entre tantos mortales, vio la oportunidad de ser. Y, sin mediar respeto, con el desparpajo del alcohol como poco, se sentó junto a Enrique y ya nadie esperó nada. Cantó y cantó y recantó el gris intruso, profundizando en la vulgaridad de su cante sin rubor y buscando, después de cada intento, la aquiescencia de Morente. Y el gran maestro, lejos de menospreciar al pelma, sorteando las ironías que salían de las bocas aledañas, sonreía y con media sonrisilla, le decía: “Bien, bien”.
Y arriba Miguel, debía ser de día y Antonio Fernández, le dijo a Enrique “¿Pero este hombre no tendrá familia esperándole?”. Y fue como la señal para que todos nos fuéramos, uno detrás de otro, seguidos por el cantaor de la fatiga, que aún le comentaba no sé qué a alguien. Creo que era a Antonio “El Biela”, que tardaba un poquito más en subir.